miércoles, 25 de agosto de 2010

Un tiempo sin mirar la mar...

Hacía ya tiempo que no publicaba una entrada en este Blog, e intentando recordar, si que es cierto que este verano he ido algunos días a la playa con mi mujer, tanto a la playa de Pinedo, a la que solemos ir todos los años, como a la playa de El Saler.

Esta última playa entronca con vivencias infantiles en las que pasábamos todo el día expuestos al sol mientras mi padre pescaba. Y cuando llegábamos a casa teníamos que empaparnos en vinagre para rebajar la inflamación de la piel.

Un día de esos de pesca y playa, en El Saler, mi hermano mediano perdió pie y se metió en esos surcos que hace el agua al retirarse de la orilla, hay quien los llama hoyos. La cuestión es que mi madre de inmediato vio que el pequeño se escurria hacia dentro del agua en un lugar donde debería de hacer pie y lo cogió "al vuelo".

Al entrar en la playa, las piedras y cantos rodados se clavan en la planta de los pies, y entrando más en la orilla, de inmediato, caes en ese surco cubriéndote el agua por la cintura para seguir andando hasta un punto elevando en el que no te cubre más que por la rodilla, desde donde luego sigues y te ves prácticamente nadando con el mar por los hombros.

Es una playa, dicen, traicionera en este sentido. No te puedes fiar mucho y si hace un poco de mar la corriente suele ser notable por entre esos surcos que discurren paralelos a la orilla.

Mi madre también solía contarme que mi abuelo naufragó con su barca frente a la playa de El Saler, que fueron unos lugareños a rescatarles y que después de aquello mi abuelo solía acercarse a las casas conde vivía aquella gente para llevarles pescado fresco como agradecimiento. Eran otros tiempos.