viernes, 26 de marzo de 2010

Tijeretas cortapichas.

Madre de Diós qué miedo daban, con sus pinzas medio abiertas, sobre todo cuando levantaban el abdomen... jamás hubo un insecto al que los niños tuviésemos tanto terror.

Y además te cortaban la picha, es decir el pene, eso si que era terríble, que cortasen aquel apéndice que de cuando en cuando cobraba vida propia y sobre el que no tenías control en las frias mañanas de primavera. Pero volviendo al insecto. Si, era terrible.

Vivían en el campo, debajo de las piedras y no era raro encontrarlos, al menos en la zona en la que yo viví de niño, con tantos campos y huerta entorno a unos pequeños bloques de edificios.

Más mayor y habiendo olvidado las miradas de esos cinco o seis años sobre el terrible monstruo cortapichas, aún seguia llamandome la atención sus fieras tijeretas.

Recuerdo que ya casado, planté un olivo para cultivarlo con la técnica bonsái y entre sus raices me encontré con un hermoso ejemplar. Lo tomé entre mis manos con sumo cuidado y lo observé, resultando un bicho de lo más interesante. Bueno uno no, venía con sus peques, que por cierto cuida como sólo una madre cuida a sus pequeños.

Lo dejé entre las raices del olivo pensando que ventilaría la tierra pero no pensé en que quizá se podría comer las raices del árbol, qué ingénuo por mi parte.

Ahora no recuerdo a santo de qué ha venido a mi mente el recuerdo de este bicho. Quizá por lo absolutamente aventurero que me resultaba levantar una piedra y verlos allí esperando a que sucediese algo más, tal vez debido a que me gustaría tener de nuevo eso cinco años para que me aterrase eso, un bicho cortapichas...

martes, 23 de marzo de 2010

Amapolas.

Hoy camino de la piscina he visto amapolas. Me he llamado la atención pues hacía ya mucho tiempo que no recababa en estas flores. Claro, que son de primavera...

De niño, camino del colegio pasaba por unos campos que estaban junto a un cine de verano, el Terraza Mar, el campo se llenaba de amopolas de un color intenso, rojo, pero no el rojo de la rosa, las amapolas tenían un rojo "especial".

Eran robustas y muy intensas, sin embargo las que he visto hoy aunque muy bellas quedaban algo pálidas.

Parece mentira que algo tan bello sea tan efímero. Quizá para eso crezcan, para ser instantes del tiempo, y para recordarnos que nosotros no dejamos de ser amapolas en otro suelo distinto.

Lejos de lo presumiblemente poético, es curioso ver estas plantas en los campos verdes en primavera.

martes, 9 de marzo de 2010

Pájaros en la cabeza.

No es una ocurrencia tonta, la verdad que que todos en algún momento de nuestra vida hemos pasdo por esto, pájaros en la cabeza... pero en esta ocasión es verdad.

Yendo a la piscina paso por un lugar que fue rica huerta y alquerías, y que ahora está modernizado como parque extenso, en donde aún por construir, entre las vallas muchos pájaros juegan con el viento.

Especies que me suenan de otras ocasiones, gorriones, verdecillos, y otros de los que desconozco el nombre revolotean y me hacen sentir verdaderamente feliz. Pequeños, inquietos y juguetones arman su especial revuelo.

En los lugares más altos, sobre los árboles y en este caso desde mi ventana, algún gilguero he visto y me acuerdo, no lo puedo evitar, de lo que me contaba mi padre sobre los pájaros.

Mi padre de niño, en tiempos de guerra vivió en La Carrasca, una zona de huerta muy hermosa. Él me contaba sus historias de como con una caña intentaba cazar golondrinas. Cosas de niños, de las que ya de mayor decía que no era correcto. Hablaba de los "gabachets" y de los gilgueros de sus cantos, y es que en otras épocas se vivía de otro modo.

Mi felicidad viendo pájaros. Menuda estupidez.