jueves, 27 de noviembre de 2008

La isla perdida.

Cuando yo era niño... vivía en "La isla perdida". Es el nombre de un barrio de bloques más un bloque de viviendas conocido como el "Bloque rojo", que en el momento de la gran riada en Valencia quedó en seco debido a que estaban haciendo los cimientos y el suelo estaba levantado, era lo único se que veía sobre el "mar" de agua.

En este barrio, o mejor dicho, en los bajos de los bloques, se ubicaba el "Colegio de la Agrupación Mixta l'Alguer", que creo que fue de los primero colegios mixtos en la Valencia de los años 60. Hoy día están ocupados por jubilados y demás, y de hecho, el barrio está irreconocible. Pasó de ser una verdadera isla a ser un tortuoso entramado urbajo.

Del colegio mis mejores amigos, José Frias, José Alfaro, Juan Luján, José Huertas, Manolo, Panadero y Valdeolivas... Alfredo ya al final, vaya la memoria. Alguno más, seguro.

En el colegio, mis primeros problemas con las matemáticas, los verbos y muchas cosas más. Hay de Don Eliseo, Don Luís y Doña Carmen... Don Rafael, que parecía un esqueletito pequeño con muy mala leche, que a un tal Tomás pegó y pegó con su vara de bamboo hasta hacerle sangre en una oreja. Maldito Don Rafael, que me causaba descomposición de tripa, miedo, pánico.

Mientras tanto la vida en "La Isla Perdida", una maravilla, de barrio, y de todo, ya que el tiempo transcurría entre aventuras y más aventuras. Estaba en plena huerta y con poco que andásemos estábamos prácticamente en otro mundo.

Cazadores de ranas, piratas de ciruelos, recolectores de cebollas, patatas, melones y sandías, alguna carrera con los carabineros que llevaban un rifle de perdigones capaces de disparar sal. Las panochas y las gallinas de una alquería cercana donde había una mula muy mala que mordía.

Luego el instituto Santiago Apostol, filial del instituto Luis Vives, pero esto será en otro momento. En la isla, que es la cuestión la vida discurría como sólo es capaz de discurrir para un niño.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Ya ahora yo?

Entre mis recuerdos está el de mi padre junto a mi madre en la cocina, donde en una mesa cuadrada con un hule a cuadros azules, y sobre una máquina de escribir verde marca Olivetti, mi padre se ajustaba las gafas dispuesto a leer algún artículo que despues enviaría al correo del lector de algún periódico.

Yo atendía y opinaba después. Algunos artículos eran verdaderamente buenos, otros no tanto, pero ahora tras todo este tiempo sin mi padre siento no haber atendido, un poco más.

Mi padre escribió mucho tiempo, y su afición, comparable a la de pescar le acompañó hasta el último momento de su vida.

En casa quedaron libros, notas, artículos, alguno inédito... pero es que no podemos meter una casa dentro de otra y muchas cosas quedaron atrás. Es una pena ya que me hubiese gustado revisar todo aquello y volver a ver, bajo sus ideas y opiniones su firma, Manuel Escorial Lázaro.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Cuidado... en la playa.

Mi padre siempre fue algo exagerado valorando los peligros. Insistía en lo traicionera que era la playa, lo peligrosas que podían llegar a ser las bicicletas y un montón de situaciones más que hoy día pueden llegar a ser algo grotescas.

Al ir a la playa con mis hijos he padecido cierta angustia, ya que realmente es muy peligrosa. Cuatro metros de distancia pueden llegar a ser decisivos. Respecto a las bicicletas, también con el corazón en un puño los he visto discurrir entre bancos y jardines haciendo gala de sus habilidades ciclistas.

Escribo esto debido a que cada vez más me parezco a mi padre. Jamás me dejó tener bicicleta y en su momento tener una moto era "misión imposible".

Hoy día conduzco una motocicleta BMW R 45 del año 1979, y aun siendo consciente del peligro que supone, disfruto de ella más de lo que esperaba disfrutar. Sin embargo no la deseo para mi hijo.

Vivo con cierta inquietud, más que miedo, de que suceda algo, veo peligros evitables con un poco de sentido común y es precisamente en este terreno en el que espero que discurran las cosas, en el del sentido común.

De la playa no hay que fiarse nunca y lo digo por experiencia propia. Quizá en otra ocasión...